El gusto personal no lo es todo
La música es uno de los placeres más subjetivos que existen. Nos gusta lo que nos hace sentir bien, lo que nos recuerda momentos, lo que nos conecta con quienes somos. Pero eso no significa que todo lo que nos gusta tenga el mismo valor musical, artístico o cultural. Aceptar esta idea no quita placer: lo enriquece. Porque cuanto más entendemos sobre lo que escuchamos, más disfrutamos con conciencia.
La diferencia entre gusto y calidad
Que una canción te guste no implica que esté bien compuesta, bien producida o que tenga un impacto significativo. Y que una canción sea considerada “buena” por críticos o músicos no significa que tenga que gustarte. Son planos distintos.
Ejemplo real
Puedes amar “Así me gusta a mí” de Chimo Bayo por su valor nostálgico o divertido, pero eso no la convierte en una obra maestra de la composición. Del mismo modo, puedes no disfrutar de Mahler o Björk, aunque sean considerados genios musicales.
Criterios que ayudan a valorar la calidad musical
1. Complejidad estructural
Obras con modulaciones, capas armónicas, cambios de ritmo y desarrollo temático tienden a tener mayor valor musical.
2. Intencionalidad artística
Una canción con una propuesta estética clara, que busca decir algo desde lo sonoro, tiene más peso que una que solo busca encajar en tendencias.
3. Innovación
Proponer algo nuevo o reconfigurar elementos conocidos con originalidad suele considerarse un valor artístico importante.
4. Calidad técnica e interpretativa
Una gran ejecución vocal, instrumental o de producción suma a la evaluación global de una pieza.
¿Es malo disfrutar de música “mala”?
No. El placer es válido. Lo importante es reconocer qué nos gusta y por qué. Quizá esa canción “simplona” nos conecta con un recuerdo hermoso, con una fiesta, con un viaje. Pero no debería competir en el mismo espacio que una pieza compleja y emocionalmente poderosa.
Consejo práctico
Haz un ejercicio de sinceridad: identifica canciones que te encantan pero sabes que no son especialmente buenas. No las dejes, pero sí entiéndelas por lo que son.
La música como comida emocional
Piensa en la música como en la comida. Puedes amar las papas fritas, pero eso no las pone al nivel nutricional (o gastronómico) de una receta elaborada. Escuchar solo lo que te gusta, sin cuestionarlo, es como alimentarte solo de snacks.
Consejo práctico
Equilibra tu dieta musical: por cada canción liviana que te alegra el día, agrega una obra que te desafíe, que te haga sentir o pensar más profundo.
Ejercicios para desarrollar criterio sin perder disfrute
- Escucha un álbum completo sin saltar canciones: La estructura general dice mucho del concepto musical.
- Busca entrevistas del artista: Entender su intención cambia tu forma de escuchar.
- Comparte música con otras personas y discutan sobre ella: Aprenderás a ver más allá de tu experiencia personal.
En resumen: gusto, sí; criterio, también
Amar una canción no la hace buena. Y reconocer una buena canción no significa que tengas que amarla. Pero entender esa diferencia te hace un oyente más completo, más curioso, más conectado con la música como expresión humana. Al final, se trata de escuchar con placer y con conciencia. Y eso, como en la vida, lo cambia todo.